Ya vimos que el gasto hormiga es un desvío monetario (chico o grande) que no teníamos considerado y se convierte en una fuga de dinero imperceptible que afecta severamente nuestras finanzas.
¿A quién afecta principalmente?
Prácticamente nadie está exento, pero regularmente afecta a personas cuya conducta es impulsiva y descuidada en el sentido de restarle relevancia al dinero, viven el presente y consideran que hay que vivir el momento sin importar lo que ello signifique más delante.
Quizás hoy no lo notes, pero ir cinco veces a restaurantes de moda y dejar propinas generosas sí son formas de desestabilizar tu presupuesto, mensual y anual, piénsalo.
El gasto hormiga se presenta a cualquier edad y en cualquier estrato social, es un patrón de conducta que se refleja en un gasto repetitivo varias veces al día, semana mes o décadas.
Gastos hormiga más frecuentes
Los vicios son los que más se notan, porque regularmente tienen un impacto en la salud, pero puede ser desde una cajetilla de cigarros hasta ir a la máquina expendedora de refresco tres veces al día. Tiene que ver con los hábitos de consumo de cada persona, pero regularmente constituyen compras y acciones que alcanzan aproximadamente en promedio 20 mil pesos por año, entre salidas, propinas, y “gustitos”
Golpe en nuestra economía personal
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2014 el ingreso promedio en los hogares mexicanos era 12 mil pesos al mes y el 8% destinado a gasto hormiga.
El porcentaje es alto porque el egreso fue en un periodo corto, además de emocional e impulsivo.
Date cuenta que para erradicar esta forma de ser, debes en verdad hacer un corte de caja y ser honesto con lo que gastas, así podrás visualizar tus errores y hacer ajustes, es decir, en vez de que compres una dona diaria en la tiendita, mejor junta ese dinero para gasolina, o deja de comprar en oferta cada fin de semana y ahorra eso para realizar un viaje todo pagado para dos personas.
Se debe ser consciente de las limitaciones financieras, para no tener que lamentar consecuencias posteriores. Hay que darle al dinero el valor y el lugar que se merece por el esfuerzo que te cuesta conseguirlo, no lo utilices para suplantar carencias o vacíos emocionales momentáneos.