Invertir es un acto inteligente cuando se hace bien, es decir, de manera bien informada. Es una manera estratégica de multiplicar nuestras ganancias. Pero ¿qué se necesita para ser un inversionista?

Según Hollywood, un inversionista toma riesgos, tiene ideas millonarias y se hace rico en un dos por tres. En verdad, un inversionista puede ser creativo y se enfrenta a la posibilidad del fracaso.

Debemos ser habilidosos, ya que esto se trata de nuestro dinero y algo que nos puede otorgar muchos beneficios o meter en situaciones económicas graves.

Algunas características básicas que todo inversionista debe tener son:

Saber en lo que invierte

El buen inversionista conoce su campo. Es mucho más seguro poner nuestro capital en algo que conoces que algo desconocido. En teoría suena obvio; pero en práctica muchas veces nos dejamos llevar por lo que los demás piensan que es una buena oportunidad o en algo novedoso que aparenta ser prometedor, pero no necesariamente conocemos.

Esta es una muy buena manera de perder el control de nuestro propio dinero. A pesar de que pedir opiniones es válido y en ciertas ocasiones necesario, es mejor que nosotros mismos conozcamos nuestras posibilidades de fracaso y éxito para supervisar nuestro dinero sin áreas grises.

Es paciente

Esto es esencial. Casi no pensamos en la paciencia como un atributo de un inversor, y mucho menos con la noción de que invertir nos hará ricos de la noche a la mañana, pero debemos ser realistas. Las buenas cosas toman tiempo y esta no es la excepción. Pueden pasar meses o años hasta que se vean verdaderas ganancias.

No toma riesgos

De los errores más graves que puedes hacer es confundir el riesgo con el impulso. Como ya se había mencionado, el inversor debe conocer en lo que deposita su dinero, y esto toma tiempo. Tratándose de tu capital, lo mejor que puedes hacer es tomar el tiempo para comparar los posibles desenlaces positivos y negativos.

Toma riesgos

…pero los menos posibles. Aunque suene contradictorio al último punto, se debe estar consciente de que siempre hay una posibilidad de que las cosas no salgan bien. Esto no se puede eliminar, por más seguro que algo parezca, pero si se puede minimizar con decisiones bien tomadas.