Fomentar la solidaridad en las culturas, es quizás de las virtudes más hermosas y retribuyentes que la sociedad puede tener. Pero ¿Qué orilla a un pueblo a ser más generoso o altruista qué otro?, será la religión.
En la antigüedad no existía la filantropía, existían únicamente dos valores para habitar en sociedad. La supervivencia y la generosidad, quien sobrevivía a todo podía convertirse en un hombre libre. Quien nació como Amo podía demostrar su grandeza a través de la generosidad, los regalos se hacían a los dioses.
¿Pero qué tuvo que pasar en la humanidad para que los individuos se desprendieran de sus cosas a favor de sus semejantes?
Esta misma pregunta se la hizo el profesor Peter B. Smith, de la Escuela de Psicología de la Universidad de Essex en Reino Unido. Tras décadas de investigación, concluyó que lo que hacía a un país más altruista, es su contacto con Dios.
En sus estudios, el profesor Smith y su equipo, detectaron que las culturas monoteístas son más propensas al bien social. En otras palabras el comportamiento pro comunitario tiene que ver con un acto de responsabilidad y reconocimiento.
Ya que el benefactor y el beneficiado están en el mismo horizonte de necesidad, sólo que unos en mayor precariedad que otros. Se estimula la caridad porque Dios en la religión recompensa a los justos y ¿quién no quiere ser recompensado?
En estos sistemas de creencias, las dádivas son bienvenidas e inclusive divulgadas. Pues quién es caritativo con los demás, será elogiado por su comportamiento sensible, lo cual acarrea gozo personal y satisfacción.
¿Pero qué sucede con las demás culturas politeístas?
En sus investigaciones el profesor Smith destacó que también existe ese espíritu de preocupación por el otro, pero tiene que ver más con los miembros directos de la comunidad que con la religión. Cuestión que no sucede con los pueblos monoteístas que ayudan a gente fuera de sus creencias.
En otras palabras, los politeístas brindarán apoyo a los de su gremio y los monoteístas al que lo requiera.
¿Qué tiene que ver eso con los naciones actuales?
El estudio arrojó que en países de Latinoamérica cuyo PIB es más bajo, es más común que donen dinero para causas nobles. En comparación con los países cuyos orígenes en principio eran politeístas o inclusive 100% laicos.
El profesor pone de ejemplo Islandia y Brasil. Mientras en uno hay el índice de igualdad más alto del mundo, en el otro existe el de mayor discriminación. Por su parte Islandia con su buena economía rara vez hace donativos, mientras que Brasil constantemente hace obras evangelizadoras, independientemente de la religión.
En apariencia ninguno de los países tienen similitudes pero si deja ver la constitución de su comportamiento social. Islandia en principio era una nación politeísta, luego, protestante y finalmente laica. Mientras que Brasil fue politeísta en principio luego colonizada y convertida al catolicismo preponderantemente.
Uno esperaría que la nación más rica fuera la más generosa mientras que la menos acaudalada fuera la que aportara modestamente, sin embargo, sucede lo contrario.
Para la nación rica como Islandia, hacer donativos significa continuar fomentando la pobreza, la desigualdad y la corrupción. En cambio para Brasil, hacer donativos o actos solidarios tiene muchísimo aprecio, pues tiene que ver con valores intangibles de prosperidad como son la fe, esperanza y amor.
Pues servir a uno que está desposeído es tan meritorio como trabajar para Dios, ellos están más familiarizados con las culturas colectivistas. Mientras que los islandeses están más habituados al bienestar individual.
Ninguna de las dos posturas es incorrecta, revelan que las naciones más humildes, también son las que mayores índices de felicidad poseen. Ya que suelen estar más en contacto con la gente, que las naciones ricas cuyos índices de felicidad son bajos y su tasa de suicidios alta.
Esto también lo confirma el informe de Gallup sobre países más generosos, publicado en 2018 (Most Generous Countries 2018). En la que la consultoría preguntó a más de 150.000 personas en 146 países, ¿Qué los motivaba a donar o ser voluntario? y la respuesta general fue que las costumbres por religión y amor al prójimo son el gran incentivo.
Cómo vemos no existe en si una razón ideal para ayudar, pero si el deseo de trascender a través de la redención de los demás.