¿Te has dado cuenta que hay cosas mucho más baratas cuando no tienen género o que si lo tienen están dirigidas a los hombres?, pues estás en lo correcto, esto se debe al Pink tax o impuesto rosa.
Las mujeres además de que ganan menos que los varones, están condenadas a gastar mucho más por el simple hecho de que un empaque tenga colorcitos o florecitas.
Reseña histórica
Estudios mercadológicos desarrollados en Estados Unidos durante la mitad de los años 50, descubrieron que si decoraban un producto o lo hacían más vistoso sería más atractivo para las mujeres.
Además, ellas estarían de acuerdo en pagar más por el simple detalle de que era un servicio o bien diferenciado.
De modo que esto fungió para los dos lados, dar relevancia a un mercado descuidado y la de engrosar las ventas a raíz de la segregación de género.
Pink Tax/Impuesto Rosa
Desde entonces a la fecha las mujeres no sólo ganan 27% menos que los hombres en países de primer mundo, sino que pagan tasas muy altas por sus compras, desde artículos de higiene personal hasta productos de papelería y oficina.
A este cargo abusivo y absurdo se le llama “Pink Tax/Impuesto Rosa” porque dos razones porque el color rosa está asociado a lo “femenino” y porque al ser un color atractivo para ellas, las mujeres acceden a consumir el producto pese al costo, sólo por la tonalidad que es referente de lo “delicado y bonito.”
Diferenciación o discriminación
A pesar de los avances en materia de política y sociedad pareciera que, para la mercadotecnia, las mujeres deben subsumirse a la injusticia del impuesto rosa por ser un grupo más numeroso y sensible a las novedades.
Por ello, son víctimas de precios altos en todos aquellos productos que tengan un empaque más centelleante o un diseño un poco más sinuoso que el destinado a los hombres.
Basta con mencionar los chequeos médicos, la ropa, productos del hogar o juguetes cuya diferencia es palpable, hasta de un 42% más caro, en contraste con los productos o servicios para público en general o focalizados en el sector masculino.
Se supone que la publicidad es la responsable del gravamen en dichos productos, al tener que hacer campañas más especializadas e ingeniosas para los sectores y éstas se cobran directamente al consumidor, (en este caso las mujeres).
Por ejemplo, si un jabón quiere ser relevante deberá invertir el doble en un anuncio, pero a sabiendas de que el ROI será del 500% mayor al de su gasto de lanzamiento, tan sólo en la primera semana si está orientado al público en cuestión.
Nuestra posición como consumidores
Este tema es relevante para todos nosotros porque estamos expuestos a comprar productos que no sólo promueven estereotipos de género, sino que fomentan la desigualdad, marcando la pobreza entre los consumidores y la ganancia entre las empresas.
Por suerte hay sociedades más preocupadas por estos temas de liquidez e igualdad como Suecia y Argentina, donde se han propuesto no consumir aquellos productos que marcan esta tendencia con tal de dejar claro que no es correcto cobrar demás por el mismo bien.
Recuerda que siempre que tengas que comprar un producto o servicio como corte de pelo, limpieza dental o ropa pregúntate ¿Estoy pagando lo justo o estoy siendo violentado por la publicidad?
¡Suerte y elije bien!