A cambio de precios, cambio de salsas
Para los fanáticos del guacamole hay malas noticias: el verano es una época difícil para comprar aguacates, pues desde hace al menos cinco años el precio entre junio y agosto aumenta más de 100 por ciento en relación con el resto del año.
Las fluctuaciones en los precios van de la mano con las finanzas personales y estar al pendiente de los cambios en los productos que son necesarios para la vida diaria.
Lo anterior, puede representar un ahorro importante para el bolsillo. A veces será necesario comprar menos, y en su caso, prescindir de esos gustos al paladar, al menos por un tiempo.
Este es el caso de las frutas y verduras, que son productos que tienen un factor estacional, es decir, que hay temporadas de abundancia, cuando los precios son más bajos.
Así como otras en las que hay menos producto disponible y, por lo tanto, salen más caras, como el aguacate.
Las cifras y los precios
De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Información de Mercados, al cierre del mes pasado, este producto se vendió en 64.6 pesos por kilo en la Central de Abastos capitalina.
Más del doble que su precio en abril pasado, cuando se vendió en 31 pesos. El resultado es peor si tomamos el precio que alcanzó en Mazatlán, Sinaloa, donde llegó a los 100 pesos por kilo.
De acuerdo con datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), Michoacán, estado que produce casi nueve de cada 10 aguacates en el país, tuvo una disminución de 2.3 por ciento en su acumulado de enero a mayo de este año en comparación con el resultado de 2018.
A este factor se suma un incremento en las exportaciones de 7.6 por ciento en el mismo periodo, según cifras del SIAP.
¿Es preocupante?
Este es un problema estacional, es decir, tradicionalmente se limita a una fracción del año, pues el ciclo productivo del árbol del aguacate durante junio es menor, pero una vez que se recupera, el precio vuelve a disminuir.
Lo mismo ocurre en el invierno con productos como la cebolla, el jitomate y el chile serrano. Esto se conoce como el “efecto pico de gallo”, debido, de nuevo, a los cambios en el ciclo productivo.
En enero de 2018, las verduras necesarias para preparar tres kilos de la famosa salsa, compañera ideal de un taco placero o un mollete, costaban 28.87 pesos.
Para el mismo mes de este año, los 28 pesos sólo alcanzaron para comprar un kilo de cebolla, pues al sumar los otros dos ingredientes, es decir, el jitomate saladette y el chile serrano, la compra total ascendió a 122.24 pesos para la misma preparación.
Aunque existe un indicador generalizado de la inflación, que se calcula a partir de los precios de los productos incluidos en la canasta básica, lo ideal para evitar el impacto inflacionario en el bolsillo es llevar un registro de lo que cuesta cada producto que consumimos con regularidad y compensarlo o sustituirlo.
El registro de los gastos diarios puede parecer un hábito tedioso, pero comparar y jerarquizar el dinero es uno de los primeros pasos hacia la suficiencia.
Esto nos puede ayudar a minimizar los efectos de la inflación, que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), es el enemigo número 1 de la clase media.
Para considerar
En su libro, Bajo presión: la clase media exprimida, publicado en abril de este año, el organismo liderado por José Ángel Gurría Treviño detalla que entre 1985 y 2016, en los países que componen la OCDE la clase media creció 33 por ciento menos que la población más rica.
El organismo advierte que la clase media de las 36 economías que lo integran lleva entre 20 y 30 años estancada, especialmente si se compara con los otros segmentos, es decir, crecen más los segmentos más ricos y los más pobres.
Mario Alavez
Coeditor de la sección de Finanzas en El Sol de México